We Tripantu

 

Esta mañana el Sol no parecía estar tan lejos de Barracas.

Pude sentir su fuego, entrecerré mis ojos, me deslumbró la claridad; una partícula de mi cerebro antiguo viajó hasta ese instante,  y me sentí abrigado. Abajo, desde los Andes hacia el Sur, adentro de la tierra, las semillas sintieron también un alerta, cambió de color el pixel y un estremecimiento germinal recorrió la oscuridad de extremo a extremo.

El hombre construyó pirámides, trepó montañas, instaló observatorios, desarrolló rituales, lo designó el padre de todo. Inti, lo llamaron en la civilización andina. Lo adoraron,  lo interrogaron e interpretaron sus respuestas. Sin embargo, en estos días, los seres humanos saben que hay que ayudar al Sol en estos días finales. En las ciudades encenderán fogatas para festejar San Juan. El gobierno dirá que lo hacen por cuarta vez para celebrar una tradición centenaria. Aunque no sepan (o no se lo pregunten) estarán acompañando al Sol en estos días que anuncian el regreso de la luz. Y sabemos que en tiempos de esta otra agricultura, no le podemos pedir a los sojeros que celebren la gravidez transgénica de las semillas.

Tres relatos. Tres miradas.

En el capítulo “Cañadón Verde, en Memoria” de mi libro “La Mujer bruja” anoté recuerdos de niño, años 1950/51: la familia celebraba San Juan con comida, música y baile. En un rito con algo de misterio: se dejaba debajo de la cama, a la noche, una papa pelada, una a medio pelar y la tercera sin pelar. Al otro día se sacaba al azar y, según la cantidad de cáscara que tuviese la papa sería el futuro: lo mejor era la papa con toda la cáscara. Las chicas preparaban un papel blanco y arrojaban una mancha de tinta; luego se doblaba el papel por la mitad en dos pliegues. También al otro día, se abría el papel y había allí una figura como resultado de la presión del doblez. Había que interpretarla.

Dice Nelson Ávalos en una nota publicada en el suplemento “Tinta China” del diario El Chubut y otros medios:

“Cuando era niño, en mi pueblo natal, Gobernador Costa (que está a unos 200 km. al sur de Esquel) el 24 de junio salíamos con mis padres, tíos y primos al campo a encender fogatas. Todo el pueblo lo hacía. Y era una fiesta nocturna que llevo siempre en mi recuerdo. Pero después de años de pensar en eso y de conocer y estudiar, caí en la cuenta de que lo que hacíamos era mucho más que salir a “encender fogatas”.

Ilustración: Muticia Calfunao

Entendí que revivíamos, año a año, un rito antiquísimo. Un algo ancestral, que en ese momento nadie expresaba con palabras. Acompañaban a la noche de los fuegos, algunas otras actividades. Como las papas debajo de la cama: la sin pelar es abundancia, la a medio pelar… más o menos abundancia; la pelada, pobreza. Las chicas ponían a flotar, en un recipiente con agua, dos agujas. Fijos sus ojos en ellas, a ver si se juntaban o no. Si se juntaban las agujas era señal de que el noviazgo de alguna de ellas era posible. Si no, venía la tristeza. Esa noche, dicen. Era cuando las curanderas pasaban – traspasaban – su conocimiento a las aprendices. ”

Coinciden los relatos, eso es cultura. Nelson Ávalos habla, creo, de los años ’70, y acierta cuando dice: “Solsticio de invierno. Fogata de lo mestizo”

Viviana Ayilef (la más joven de nosotros tres) escribió unas palabras especialmente para este artículo. Con ella no estamos hablando de lo mestizo, estamos en el camino de la celebración del We tripantu mapuche:

“Tu corazón va a latir despacito este fin de semana, y tal vez un instante por ahí se detenga. En ese rayo de tiempo naceremos de nuevo en mitad de la noche más larga; en esa hora “alen”, en la que ver y sentir con mayor nitidez es posible gracias al newen que es la fuerza de nuestra naturaleza y ancestros. Uno de mis hijos porta ese nombre: Alen. Es el momento en el que la luna alumbra como si fuera de día. En ese vértigo de minutos, mi corazón ya cansado de tanto extravío va a agradecer el dolor aprendido y nacer al latido de nuevo. Küme We Xipantü. Nos deseo amor, risa, abrazo; siembra consciente, lazos prudentes, resistencia y fe. Y que al levantar sus ojos a ese ciclo que empieza con este solsticio sepan ver su reflejo en los ojos del otro (sepan Ver al Otro): que sus ojos brillen de ternura infinita. Tiemblen. Nazcan hacia una nueva, buena y más sabia vida. Creen. Sean artistas de lo pequeño: esto que llega, esto que ya nos está sucediendo, esto que sin embargo se va y es preciso.”

 

Inti Raymi, We Tripantu, San Juan, todo es parte de la trama.

Referencias:

*La celebración del We Tripantu (año nuevo Mapuche) obedece al inicio de un nuevo ciclo en la naturaleza. También llamado Wiñoi Tripantu (regresa la salida del Sol). La ceremonia comienza antes que el Sol se oculte en el horizonte.

*Nelson Ávalos vive en El Hoyo, Chubut y Viviana Ayilef vive en Trelew, ciudad de la misma provincia. Los  trabajos de ambos, sus publicaciones y biografías se encuentran en Google. La nota completa de Nelson Ávalos se puede leer en este link:

http://puertae.blogspot.com/2013/06/solsticio-de-invierno-fogata-de-lo.html

La ilustración, es una obra de Muticia Calfunao (vive en Gaiman, Chubut). Sus trabajos se pueden encontrar en este link:

 https://www.instagram.com/muticiacalfunao/