Creer en nada.


Muchos se persignan por si acaso no sea que Dios exista.

La devoción escasea, el compromiso es frágil; en criollo “a seguro se lo llevaron preso”. La credibilidad es una de las capas de hojaldre que sostiene a la sociedad: endeble, quebradiza, crocante, reseca, una capa de esas tortas que guardamos en la memoria doméstica.

Varias capas (inestables como el hojaldre) sostienen el funcionamiento institucional del país. Pagan impuestos, respetan las leyes, circulan a velocidades permitidas, llevan todos los documentos. Bautizan a los niños, acuden al trabajo, regresan a casa (hablo de las primeras capas de hojaldre), votan (es obligatorio), militan (muchos por si acaso) leen diarios, cada vez menos, ven o escuchan las noticias, pero armados de filtros finísimos; miran el noticiero cuya línea editorial coincide con su esquema de pensamiento. Pero la atención verdadera se dirige a la navegación en redes. Es el celular y no la tele, la fuente que alimenta todos los trucos de ese monstruo deforme: la duda. El celular es igualitario y la duda es el bicho más horrible visto jamás.

Las últimas capas solo tratan de sobrevivir.

En la película “El secreto de sus ojos” Sandoval le dice a Benjamín: “¿Te das cuenta Benjamín? El tipo puede cambiar de todo: de cara, de familia, de novia, de religión, de dios. Pero hay una cosa que no puede cambiar, Benjamín, no puede cambiar de pasión”.

Somos así, nacemos hinchas de un club, los demás saben que somos hinchas de ese club, que no vamos a cambiar. Eso es seguro.

Y a seguro se lo llevaron preso.