El hombre común.

No voy a hablar, justo hoy, de “panamá papers” de “cuentas off shore” de fuga de divisas, de evasión de impuestos, de pagos en negro, de especulación, inflación, cadena de precios, de dólar futuro. No.

Hablo del hombre común.

Hablo del hombre y de las mujeres.

De a pie, contra el viento, en una ciudad patagónica a las tres de la madrugada.  De a caballo contra el viento a las seis de la mañana. Al de a caballo y arreando. De Don Vera en bicicleta con los pantalones adentro de las medias. Del grandote pintón con los borcegos desatados, moderno overol y campera de abrigo.

De los que viajan arriba del camión, de los que salen de noche y vuelven de noche. De los treinta días y las treinta noches de una marea de pesca. O te hago rebaja y te las dejo en veinte y veinte. De subirse al colectivo sin dormir a raíz de una noche de farra, de amor, de asado, de juego.

Hablo de guinches, grúas, camiones mineros (diferentes tipos de camiones). Colectivos. Terminales. De los que salen a enseñar.

Pienso y me aparecen soldadores, soldadores de alta en gasoductos oleoductos (grandes ductos). En el pasado: los alambradores que alambraron la Patagonia pasando por encima de los cerros, acarreando los rollos de alambre y las varillas y los postes en pilchero. Peones, esquiladores. La gente de vialidad. Los poceros. Los eléctricos de 40000, 10000 y 1000 y los otros eléctricos. Los mecánicos. Panaderos.

Y el cajero (el de carne y hueso), los diferentes tipos de oficinistas, y los de los diarios, de las radios, de la televisión, reporteros noteros fotógrafos camarógrafos. Laboratorios, mesas de dibujo, tornos, aparatos de medición.

No importa si tiene un hacha, un papel, una paloma, un cuaderno, una herramienta (o tiene las manos solas).

Hablo de tablones, bloques, cemento, mezcladora, de pintura, de escaleras. De carpinteros madereros y metálicos.

Hablo del hombre común (simple barro con aliento).

Ese que nada tiene que ver con las palabras del primer párrafo.