El viaje más largo
Si mi viejo viviera, hoy tendría 103 años (había nacido en 1911, un año después de que el Cometa Halley “pasara de largo”). La certeza de la destrucción de la Tierra desató una pulsión irresistible; y en esos tiempos conceptivos el boom del año 11 fue tremendo.
En estos días de septiembre voy a comenzar con las presentaciones de la segunda edición de “Patagonia, ficción y realidad”. Septiembre (y abril también) son dos meses evocativos, de brisas de memoria, agua de recuerdos (gotas que quedan pegadas al alambre, se alargan y tardan en caer). Fechas que aparecen en la bruma y que resultan familiares. Aromas que no se despegarán jamás del memorioso olfato. Sonidos registrados en el USB del tímpano, el yunque y el martillo.
Un 6 de septiembre, hace 492 años, la Nao Victoria regresaba a España luego de dar la vuelta al mundo. La región patagónica había ingresado a los mapas con nombre y apellido. Habían visto los gigantes porque necesitaban ver a alguien gigantesco. Navegaron el Estrecho presentido por los geógrafos y cartógrafos desde Tolomeo en adelante y encontraron el modo de llegar hasta las especias navegando siempre hacia occidente. Portugal había intentado sabotear el viaje por todos los medios, pero fue un Almirante portugués quien realizó, en nombre de España, ese viaje paradigmático. Se terminaron las discusiones: la Tierra era redonda.
Dice Galeano en un párrafo que incluyo en esta nueva edición: “Nadie los creía vivos, pero llegaron anoche”. Era el 6 de septiembre de 1522. Hace, casi, quinientos años la Patagonia ingresaba al imaginario del llamado Viejo Mundo. Desde hace cinco siglos todavía Occidente cree que la Patagonia es una tierra de fantasía donde, en algún lugar, está Trapalanda y que en cierta elevación de la meseta los Templarios escondieron un tesoro. Que Hitler se escondió en la Patagonia y que los ricos del mundo están comprando agua y medio ambiente sano (lo cual es cierto).
Un Capitán de Navío inglés asegura que el Almirante chino Hong Bao navegó el Estrecho noventa y ocho años antes que Magallanes.
No sé. Este día de septiembre trata de embarullarme con semillas voladoras y con canto de calandrias. Pero me aferro al recuerdo de mi viejo, y a la llegada de los viajeros que realizaron la primera vuelta al mundo.