THE YEAR CHINA DISCOVERED AMERICA

1421, cuyo autor es Gavin Menzies (comandante de submarinos retirado de la armada británica), fue publicado en Gran Bretaña en el 2002. En marzo del mismo año, según el diario argentino La Nación, Menzies presentó su tesis ante doscientos académicos (que la recibieron con fascinación y escepticismo) en la Real Sociedad Geográfica de Londres. La Hipótesis de 1421, de Gavin Menzies, podría sintetizarse (son 650 páginas) así:
Los chinos habían “descubierto” América setenta años antes que Colón.
Los mapas fueron robados por un espía de una de las embarcaciones de la flota china; cayeron en manos del cartógrafo Fra Mauro, en Venecia, y luego fueron a parar a la única potencia náutica de esa época. Portugal. Esos mapas dieron lugar a todas las expediciones de Portugal, España e Inglaterra.
No fue fácil encontrar una traducción al castellano. Cuando por fin apareció, el título tenía un cambio muy significativo: “1421, el año en que China descubrió el mundo”. En traducción se suelen cometer errores, pero aquí, en el mismísimo título, el cambio fue intencional. Es que un libro puede ser un éxito, pero no alcanza para modificar el relato de las potencias. El eurocentrismo es un artefacto resiliente. La Hipótesis de 1421 no tiene muchos defensores.
Durante el año 2010 mi esposa y yo vivimos en China un largo tiempo. A través de libros que nos prestaba el Instituto Cervantes, me enteré de los siete viajes realizados por el almirante eunuco Zheng He y de las aseveraciones de Menzies respecto de que había “descubierto” América en 1421. Pero el Cervantes no tenía ese libro, que, probablemente no había sido traducido aún al español; así que compramos una edición inglesa en la Wangfujing Book Store.
“Patagonia, ficción y realidad” había salido dos años atrás y no tenía una sola palabra sobre el asunto. Menzies había escapado a mi investigación. Una pena: nada mejor para la ficción y realidad en la Patagonia que estos viajes de la enorme flota China.
La ciudad de Nanjing (antigua capital de China) fundada en el 480 A.C., ubicada a las orillas del Yang Zi, tiene un parque temático dedicado a Zheng He. En esa ciudad se preparó la flota. Ahí vivió Zheng He. Hay un monumento al Almirante, una réplica exacta de la Nave del Tesoro (según se afirma, el mayor buque oceánico de su tiempo) y frisos donde se reproducen los grabados de las visitas diplomáticas de Zheng He a reyes y mandatarios de ultramar. En uno de esos viajes, entre tantos testimonios exóticos, le trajeron de regalo al Emperador, una jirafa.
Hay una mesa de arena donde se representan los sietes viajes. Todos se realizaron sobre los mares entre China y el este de África. Es decir, la flota nunca pasó por el Cabo de Buena Esperanza ni navegó el Océano Atlántico.
Los chinos no le atribuyen a su navegante más famoso el descubrimiento de América.
Me fascinan los relatos de viaje. La ficción y la realidad están presentes en ese género literario. No obstante, cada viajero tiene sus refutadores. Marco Polo recorrió China, pero le señalan que no menciona la muralla. Álvar Núñez Cabeza de Vaca recorrió, a pie, el sur de los Estados Unidos desde Florida hasta el golfo de California, pero se extraña que no haya mencionado los bisontes ni del Cañón del Colorado.
El silencio es el refutador de Menzies.
Me gustaría agregar que Álvar Núñez, un caminador incansable, llegó a pie desde el Atlántico hasta Paraguay. En el camino se encontró con las cataratas del Iguazú. Eso no se lo discute nadie.
Por mi parte, en la segunda edición de mi libro me di el gusto de incluir a Zheng He. Y, además, una afirmación de Menzies que dice que el Estrecho de Magallanes debería haberse llamado Estrecho de Hong Bao, el nombre del Almirante chino de la flota de Zhen He que lo cruzó por primera vez.