Jano, y “los mismos de siempre”

El dios Jano, de la mitología romana, es representado con dos caras mirando hacia ambos lados de su perfil. Hay diversas interpretaciones sobre su tarea. Los romanos acudían a Jano tanto en la guerra como en la paz y hasta en lo doméstico. Para esta nota voy a tomar lo que yo considero la índole de su función: abrir y cerrar puertas. Vigilaba en ambas direcciones. Tenía dos caras y podía admitir o cerrar, cerrar y no dejar seguir. En el concepto antiguo de ciudades amuralladas con inevitables puertas, el poder divino de abrirlas o cerrarlas, era un don precioso, invalorable.

Si buscan en Google encontrarán la representación de Jano en las estatuas romanas. En esta nota juego con la foto de dos políticos conocidos y que podrían ser la misma cara mirando em ambas direcciones.

“Los mismos de siempre.”

La frase “los mismos de siempre” está dedicada a los políticos, junto con la del “que se vayan todos”. Los políticos son el chivo expiatorio de los frecuentes yerros de la sociedad. Y el asunto de que el pueblo nunca se equivoca, se podría poner en terapia intensiva.
La sociedad, si la tomamos como una matriz fecundante, como un laboratorio alquímico que da lugar a un veredicto, no tiene garantía. Es falible. En estos cuarenta años de democracia se puede observar cómo, a través de las puertas de Jano, hubo un desfile de extrañas figuras, una caravana interminable que se hunde en esa piel vulnerable de la aparente certeza del pueblo.
Si me tomo como sujeto, “soy el mismo” ciudadano que ha venido votando desde 1983 (y junto conmigo todos los de mi generación). Los millones de argentinos que han elegido quienes serían nuestros gobernantes, nuestros representantes, han sido “siempre los mismos”. Hemos sido nosotros, ni alienígenas, inteligencia artificial o manitú. Hay que hacerse cargo.
Con la democracia se come, se cura y se educa; el salariazo y la revolución productiva; el que decía que no era aburrido junto con el progre que se las tomó; el que depositó pesos tendrá ídem; no dejar las convicciones en las puertas de la Casa Rosada y los períodos siguientes; la revolución de la alegría, bajar la inflación en un minuto, recibir dólares de todo el mundo por la confianza que despertaba el mejor equipo de todos los tiempos, y Alberto.
Los que votamos fuimos, también, “siempre los mismos”.

Le ruego al dios Jano (si es que todavía está en ejercicio) que le cierre la puerta del frente y la puerta de atrás a todo aquel que llegue con una motosierra, al que crea que el peso argentino es excremento, al que niegue los treinta mil detenidos desaparecidos, al que cometa terrorismo financiero, al que lo bardée a Francisco, a la que va a hacer otro plan bonex, una cárcel con el nombre de una presidenta de la democracia, a la que va a modificar leyes por decreto en dos minutos.
Jano, te lo ruego: ciérrales las puertas.
Soy un argentino al que le dejaron la sangre romana cuando manejaron los Alpes.