Árbol de Puerto Loyola. Suplemento A&Cultura LOA(2003)

el árbol.

Uno piensa que los días de un árbol son todos iguales. (Haroldo Conti).

No sé a qué especie pertenece este árbol. Parece ser fuerte, leñoso, de fibras duras y densas, impermeable. Tiene una copa poco frondosa, de ramas relativamente cortas. Las hojas parecen brotes (cortos y verdes), aptas para desafiar las inclemencias y los vendavales; no tienen la blandura aceitosa de las hojas de álamo o de sauce. No obstante, no pudo evitar que los vientos hayan hecho que la copa apunte en línea recta hacia el este, en dirección al mar, hacia la desembocadura.
Sin embargo, el tronco permanece perpendicular a la tierra. Muchos dirán que se debe a su escasa longitud. Yo digo que el tronco no se inclinó gracias a su fortaleza.
El árbol está solo. Por alguna razón ninguno de los de su índole llegó a ser como él. Todo a su alrededor está preparado sólo para él, hasta la alfombra vegetal donde ha crecido. Nació y creció en ese preciso lugar exclusivamente por voluntad de la Naturaleza. Nadie vino a cavar un pozo, a plantar una estaca.
El árbol sabe de su soledad, de su irremediable inmovilidad, tiene certeza respecto de su condición de planta, pero, poco a poco, desde hace un tiempo, las cosas se mueven a su alrededor. Hay fragor de maquinarias (de buques y de locomotoras, de cinta transportadora); los autos vienen y van, pasan los pescadores. Cruzando el alambre, entre la ruta y la costa hay una hilera de casillas de chapa.
Ha visto los fotógrafos.
Su estampa salvaje pertenece ya a la iconografía de la Patagonia.