La sed de los súper ricos.


(Foto: Víctor Ezeiza)
Los súper ricos del mundo invierten en agua y en medio ambiente. A menudo se trata de inversiones agresivas, poco tolerantes. Ya conocemos los modales de la filantropía: dinero, contactos de alto nivel, marketing y, lo principal, tiempo (mucho tiempo). “Si no me vendés vos, tu hijo va a vender” (dicen que dijo uno de los responsables de la gestión del parque).

Quieren volver el contador a cero. Todo lo que sea agua y medio ambiente debe quedar tal como los dejó el Universo. La geografía humana, ovejas, corrales, galpones, casas, líneas de álamos, sauces, huertas, se consideran ajenos al proyecto.

En la etapa lanera, los latifundistas tenían campos lindantes en Chile y Argentina; los filántropos del primer mundo buscan que la superficie del parque tampoco repare en límites fronterizos. Como en el proyecto de Parque Patagonia. Lo “sueñan” binacional. Es que la revelación que recibió el fundador no expresa nada acerca de los límites.

A principios del siglo pasado la estancia Río Baker (Chile) tenía establecimientos en Lago Ghío y Lago Posadas (Argentina); un directivo de la compañía, señor Lucas Bridges, cada tanto, realizaba visitas en el marco de una rutina y familiaridad que sorteaba la frontera. María Brunswig (esposa del administrador de Lago Ghío) lo registra en las cartas que escribía a su familia, publicadas en el libro “Allá en la Patagonia”. Administradores alemanes, dueños extranjeros, la Patagonia era ancha y ajena.

En las estancias al sur del Río Santa Cruz, durante mucho tiempo, se podía esquilar en la Argentina y despachar la lana por Punta Arenas, Chile, sin pasar por ninguna aduana.

Concepto “Rewild”.

Es la palabra principal de la presentación del nuevo parque. El propósito sería restaurar un lugar, reintroducir especies a punto de extinguirse, preservar la flora y la fauna autóctona y ofrecer al turismo de alto consumo un territorio libre de gente y sin tranqueras. Lo no-dicho es que quieren hacer una especie de “reseteo” de la zona, de ambos lados de la meseta del Lago Buenos Aires, incluida la misma meseta. Ello implica desconocer a los pobladores, borrar las huellas de su paso por el lugar, poner en blanco cien años de historia. Es decir, aplicar el concepto rewild: “resilvestrizar”, expulsar a los pobladores, ponerle fin a la etapa lanera, borrar la épica pobladora, esterilizar el relato de cuatro generaciones.

Los cazadores recolectores que transitaron la provincia de ida y de vuelta, del verano al invierno, vivían del guanaco. Ellos mantenían el equilibrio. En la siguiente etapa los chulengueadores fueron los predadores necesarios. Se dice que hay más de un millón de guanacos en Santa Cruz. Las tropillas seguirán creciendo así que no es descabellado pensar que un futuro haya en la provincia el mismo número de guanacos que de ovejas. Dos circunstancias ambientales se vivirán al mismo tiempo.

Mientras tanto, los impulsores del concepto rewild se preocupan sólo por los ejemplares de su parque. Debe contener guanacos. Reintroducen el puma como una decisión hostil hacia los rebaños de ovejas que poseen los pobladores que no quieren vender sus propiedades. Y la meseta del Lago Buenos Aires (que los pobladores usaban sólo en la veranada) tiene más tránsito ahora que el que tuvo durante toda la etapa lanera. Me atrevería a decir que en los nueve mil años de cazadores recolectores. Los programas para recuperar el hábitat del macá tobiano son anteriores a la aparición de estos gestores.

Pienso en el Lago Columna, pienso en los lagos Ghío, Pueyrredón, Posadas; me acuerdo del Lago Buenos aires. El agua de todos esos lagos está presente en mi adn histórico. El límite a la filantropía belicista somos nosotros y la memoria de nuestra gente.

Las etapas del oro, la plata, el petróleo ya están cerradas.

Ahora vienen por el agua, la naturaleza y el litio. Luego será el tiempo de colonizar otros planetas. Los súper ricos ya han comprado derechos.